Obra 28
En una esquina tranquila de la Colonia Roma, justo afuera del Museo del Objeto del Objeto (MODO), hay una pequeña reja que podría pasar desapercibida. No tiene letreros llamativos ni vitrinas de cristal. Pero si te detienes, verás decenas de candados colgando. Cada uno representa una relación: de pareja, de amistad, de familia o de comunidad.
La invitación es clara y sencilla: marquen el candado con las iniciales de quienes forman parte de esa relación, asegúrenlo a la reja y dejen la llave en una caja de hierro forjado, justo ahí, en el museo. Y con eso, el gesto simbólico se completa.
El candado queda allí como una muestra de algo que se quiere preservar, algo que —como esperan quienes lo colocan— será duradero. La relación, la promesa, el lazo.
No se trata solo de un objeto físico. Es un ritual. Un acto que pasa por las manos, por las palabras, por la decisión consciente de convertir una emoción en parte del paisaje urbano.
Desde el diseño de experiencias, esta iniciativa convierte lo cotidiano en memoria compartida. Desde la economía conductual, canaliza la necesidad humana de pertenecer, de marcar un vínculo, de crear algo que dure. Y desde el museo, no solo se habla de los objetos: se invita a vivirlos. A dejar un fragmento de historia en la entrada misma.
Porque al final, eso también es diseño: darle forma al vínculo. Y hacer de lo invisible, algo que se queda.
Créditos: Museo del Objeto del Objeto (MODO), Ciudad de México, México
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